Cuando tenía 22 años y comencé a trabajar en la enseñanza coincidí con un compañero que solía decirme a menudo: “Nunca muestres tus habilidades en público”. Porque -según la teoría que él defendía a ultranza- mostrar las habilidades en público equivalía a dejar la puerta abierta a los aprovechados y oportunistas. Yo no soy tan escéptica y desconfiada como él (aunque la vida a veces me ha dado motivos para serlo), pero es un consejo que nunca me ha costado seguir. De hecho, confieso que mi natural timidez me ha empujado casi siempre a intentar pasar por la vida de puntillas y lo más desapercibida posible.